- Área: 320 m²
- Año: 2019
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Fotografías:Luis Barandiarán
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Proveedores: ACINDAR, AutoDesk, DassDash, Trimble Navigation
Descripción enviada por el equipo del proyecto. En esta ocasión donde nos toca actuar sobre la ampliación de espacios escolares en una institución de formación secundaria, nos parece fundamental profundizar sobre lo que significa re-pensar la escuela en los tiempos que nos toca vivir.
Entendemos que formular nuevas propuestas para este tipo de espacios, repercute directamente en el entendimiento futuro de los espacios públicos, los espacios de encuentro, la ciudad.
La escuela de alguna manera es el primer lugar, el umbral, donde la persona asimila un contacto con el espacio público, con el compartir, con la sociabilización de los lugares de transición donde uno desarrolla la vida.
“El espacio no es neutro, siempre educa” Antonio Viñao
La arquitectura de alguna manera limita, permite, obstaculiza o posibilita que el usuario desarrolle determinado desenvolvimiento u otro completamente opuesto.
En su dimensión material, el espacio escolar resiste el paso del tiempo, en virtud de la media o larga duración de las estructuras edilicias escolares.
Pero el punto no es que el edificio (que deseablemente debe desarrollar una larga vida útil) resista, sino que junto con esto resiste también un modelo político de organización de la educación masiva y un modelo didáctico de organización de la enseñanza que presenta al menos cien años. Los edificios escolares de principios del siglo XX formalizaron arquitectónicamente los postulados de la época: el higienismo, la racionalidad panóptica (con sus principios de encierro, visibilidad y distribución fija de los cuerpos en el espacio), la educación simultánea (enseñar a todos lo mismo, de la misma manera y al mismo tiempo).
La combinación de estos principios, entre otros, desembocó en la generación de espacios especializados de segregación de la población infantil, en consonancia con los postulados del modernismo pedagógico.
Si en su momento aquello significó algo innovador, en la actualidad despliegan su fuerza conservadora.
Es dentro de esas coordenadas que las últimas generaciones construyeron la experiencia de habitar por primera vez un espacio público, a leer como se materializan las posiciones de autoridad en el espacio. Los efectos culturales y subjetivos de esta ‘forma silenciosa de enseñanza’ (como denomina Agustín Escolano Benito) que vehiculiza la arquitectura escolar constituyen, quizás, la principal razón por la cual el espacio escolar se resiste a ser re-pensado.
Repensar entonces aquellos lugares es hoy un imperativo.
Nuestra propuesta inicial de encarar un anteproyecto global de la ampliación del Colegio frente a la necesidad de nuevos espacios, tiene como una de las premisas fundantes: comprender al mismo como un pedacito de ciudad.
Está el gran patio umbral entre la ciudad y la escuela y también está el nuevo pasillo de la planta alta, umbral entre lo masivo y la contención, lugar de relación, espacio de transición. Deja de ser un simple elemento de paso para pasar a consolidarse como un apoyo explícito del espacio de enseñanza, que son las aulas. La tradicional situación de alumnos alineados mirando al maestro se rompe y nacen diferentes formas de llevar adelante las actividades.
La escuela como umbral, entre el aprendizaje y la vida.